¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de poder, la
voluntad de poder, el poder en sí.
¿Qué es lo malo? Todo lo que hunde sus raíces en la debilidad.
¿Qué es la felicidad? Sentir que aumenta nuestro poder, que esperamos algo que nos
ofrece resistencia.
No es vivir en paz, sino obtener más poder: no es la paz por encima de todo, sino la
guerra: no es la virtud, sino la fuerza (la virtud a la manera del Renacimiento, la virtú,
la virtud sin moralina). (Nietzsche, 2006, 30)
Con este razonamiento, presente en su obra “El anticristo”, Friedrich Nietzsche expresa su famosa voluntad de poder. Él se refería a la autosuperación, a abandonar la debilidad y mejorar cada vez más, hasta llegar al superhombre. Hoy en día, asociamos la búsqueda de poder a un grupo muy particular de personas dentro de nuestra comunidad política, un grupo generalmente odiado por las masas, los máximos representantes de la corrupción moral de la sociedad ¿De quienes hablamos? de los políticos. La figura del político goza de esa infamia, se envuelve en ella y la expande a cada ámbito que le rodea; incluso aquel que quiera entrar en política —la partidaria, la que hace que ocupe un puesto en el gobierno— se ve sometido a una metamorfosis repugnante que poco a poco lo convierte en ese ser corrupto y aborrecible que aspira pulular por los pasillos de los edificios del Estado.
Este problema manifiesto en la política actual es producto de una visión degenerada de la misma —una negación de su naturaleza y su fin— donde en lugar de buscar el bien común, se busca el beneficio propio, la llamada lucha por el poder. Los políticos logran hacer que la población contemple a la política de esta forma, reduciéndola a la mera dialéctica egoísta y, cuando los ciudadanos busquen ocupar cargos en el Estado, repetirán este ciclo, cerrando el círculo.
“El núcleo de la sociedad política es el ejercicio del poder que se orienta objetivamente a la eutaxia de una sociedad divergente según la diversidad de sus capas.” (Bueno, 1991, 181) ¿A qué se refiere Bueno con eutaxia? pues a la unión de la comunidad política; desde su visión, al Estado, que va más allá del aparato burocrático y abarca a los distintos pueblos, tradiciones, cosmovisiones, etc, que lo conforman. La contemplación de la política como lucha por el poder no consigue la eutaxia, sino su contrario, la distaxia; se separa la comunidad política, se quebrantan los valores que la unen y no importa ya “el otro”, sino el yo, el beneficio propio. Resulta paradójico que a los políticos se les desprecie tanto y, a su vez, muchos busquen ser políticos; pero no necesariamente buscan ocupar el Estado para tener poder porque sí, sino con otras intenciones como mejorar la situación del Perú. Hay que distinguir entonces ese “para qué” del poder, la razón por la que operan quienes lo buscan y el cómo lo ejercen; hemos visto ya que la política se centra en la eutaxia, por lo que quienes buscan mejorar la situación de su país se acercan más a lo que es la política en su estado correcto. Por otro lado, quienes se centran en buscar el poder para intereses egoístas, como acumularlo o transformar al país en base a modelos que no siguen el ser de la comunidad política —como la imposición de políticas “progresistas” en el Perú, cuya composición es principalmente conservadora y con fuertes tradiciones— estarían alejándose de la correcta política, lo que da lugar a una versión anormal de esta.
Desde Machiavelli en el Renacimiento, se dejó de lado el aspecto moral en el estudio de la política, lo que no permite un análisis completo de las decisiones públicas. Toda persona actúa en base a unas ideas determinadas, ideas que la mueven hacia un fin ¿Por qué el político sería ajeno a esto? Hay una fuerte crisis de valores que no permite una correcta política, sino que permite la corrupción, la sola lucha por el poder, instituciones débiles y la
distaxia de la comunidad política.
Por lo tanto, para poder llevar a la comunidad política por un buen rumbo, es necesario partir desde las ideas —así, en sentido amplio, de modo que se abarquen los valores, la voluntad, los conocimientos sobre la realidad y los medios con los que se cuenta, etc—y desde ellas, si son adecuadas al modo de ser del pueblo, construir un proyecto que pueda concretar esa eutaxia en el tiempo. Los proyectos liberales, comunistas, etc, no han podido calar hondo en Perú —salvo por la imposición de la república y la democracia, pero que también ha tenido altibajos debido a las constantes dictaduras, regímenes que tal vez se hayan dado por recordar a nuestro pasado monárquico— no arrancaron del espíritu del peruano su relación con la tierra, su arraigo a las tradiciones y su necesidad de un ser trascendente —Adonai, el Tetragrammaton, o “El que Es”.
Solo reconciliando al peruano consigo mismo, con el conocimiento de sí, de su historia y de su ser, podremos avanzar.
Referencias Bibliográficas
- Bueno, G. (1991). Primer ensayo sobre las categorías de las «ciencias políticas». Cultural Rioja, Gobierno de La Rioja.
- Nietzsche, F. (2006). El Anticristo. Edimat Libros, S. A.
Autor: Carlos Valverde
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